miércoles, 16 de abril de 2025

Pido la Palabra



Autor: Anónimo


C

iudadanos del mundo,
en nombre de mi patria, pido la palabra.
En nombre de mi pueblo, sencillo
como el agua de la acequia, pido la palabra.

En mi pequeña morada comenzó la patria
allí todos gritaban en las noches
cuando el puño del alcohol
caía sobre el rostro de mi madre,
recuerdo la sangre y los nervios,
los nervios en angustia de alambres aprensados;
en las noches hondas, pobladas de llanto
y el miedo de los pequeñitos allá,
en la esquina más dolorosa de mi sangre,
comenzó la patria.

La escuela vino después,
también la patria estaba allí avergonzada, humillada;
ocultando en los rincones más apartados,
sus pies descalzos.

Y la patria me miraba acongojada
desde mis propias pupilas nubladas,
desde mis manos vacías y mis sueños enturbiados.

A mí me mostraban la escuela poblada
de azules campanas y la patria cuajada
de campos abiertos, pero, pero mi patria gemía
a 4000 metros sobre el nivel del hambre,
hombres que crecía como piedras
paridas por la montaña, desnudos
y fríos como peces muertos,
moviéndose a penas, llevando a cuestas su grito
trancado como una roca clavada
en lo más hondo, en lo más duro de la tierra.

No señores,
la patria no era solamente la escuela poblada
de altas campanas ni la tierra salpicada
de lagos felices, no era solamente
los montes incrustados de cielo,
ni los desfiles en los días de fiesta,
era también la impotencia del hombre
cuando el pan se convierte en gemido
detrás de las puertas, era la muchacha
que buscaba su vestido dominguero
en la esquina de la noche;
eran las manos crispadas en los mercados,
y el llanto, extendido en las estaciones.

Mi padre borracho era la patria
que pesaba sobre mis pupilas,
sobre mis labios, sobre mis zapatos rotos;
y con esa patria a cuestas yo asistí a la escuela.
La maestra, me mostraba siempre una patria
y un cielo a los que nunca pude comprender.
Una patria con héroes, con cerros de plata,
con tierras llenas de árboles frutales;
pero yo tenía que regresar a mi casa en las noches,

y allí estaba la patria,
en el pan para dos que nunca satisfacía a cuatro,
en las pupilas de mi padre abiertas
como dos diablos encendidos en medio de los niños.

No señores, no.
La patria no sólo estaba en los salones,
ni en los discursos de los presidentes,
ni siquiera en la bandera y sus colores.

Yo encontré a la patria botada en mitad de las calles,
mientras la lluvia cercenaba sus carnes.
Yo la vi desgarrarse por coger un pedazo de carne
y otro poco de pan, y lloré su tragedia,
porque teniendo hambre, se comió su libertad.

Y mentidme a mí ahora, mentidme.
Yo vi a mi patria en todos sus confines,
la sentí como un garfio clavado en mitad de mi angustia,
la llevé como túnica de yeso por todos mis caminos,
la sentí como el peso de dios sobre el pecado
y busqué su voz
para multiplicarla sobre las campanas del tiempo.

Yo vengo en nombre del obrero
y sus overoles manchados,
en nombre de mi padre y su vicio,
pagado con la desnudez de sus hijos,
en nombre de mi madre y su voz callada,
en nombre de los niños yo vengo,
en nombre de mi patria estrujada por manos sin salario.
Yo no vengo a pedirles nada, nada que les pertenezca.

Mi pueblo, mi pueblo quiere su paz,
quiere su barco para recoger de playas lejanas
un canto de gaviotas nuevas,
quiere sembrar su trigo y levantar sus fábricas,
quiere que sus niños rían,
jueguen y salpiquen los campos
como las gotas de rocío al alba,
quiere que todos crezcan a lo largo de los ríos
como el trigo, y que todos se hinchen de sol
y de lluvia como las uvas,
en la cuenca dilatada de los valles.

En nombre de mi pueblo,
humilde como la hierba, sencillo como
el agua de la acequia, ciudadanos del mundo,
pido la palabra.











Eva sale a buscar semilla


Autor: Anónimo


A

lgo de guerra tiene la golpiza en la casa
el no entender ese trozo de tierra que nos viste
agua marina nos recorre adentro

Algo de guerra tiene
embadurnarnos de plástico en vidrieras
recortarnos la piel como papeles
juzgar nuestra pequeñez morena y pobre

Algo de guerra tiene
matarnos la carne de los hijos
prohibirnos el pan que amasamos
la tierra que ancestralmente es nuestra

Algo de guerra tiene
convertir nuestra desnudez en pornografía
vendernos en portadas de revistas
tildarnos de bellas y pasivas
como intentando callar nuestra rabia de siglos
nuestra bronca de ahora

Algo de guerra tiene declararnos musas
a estas manos no les hace falta tinta
para hacer poesía

Algo de guerra tiene
acostarnos al parir nuestros hijos
soledad en medio del llanto de
ese niño que sólo es añoranza
de su nido

Algo de guerra tiene
la faldita de la escuela
la muñeca anoréxica
la cocinita de plástico, el lacito rosado
cerrar las piernas, no hablar en público,
pedir permiso
siempre bajar la cabeza

Algo de guerra tiene
no tener nombre sino ser hija o madre
o esposa de un hombre
ser el apellido

Algo de guerra tiene
no reconocerse en el espejo
imitar otras voces, otros cuerpos

Algo de guerra tiene este occidente
de Evas esclavas de dios y progreso

Mordemos la manzana
Pachamama tiene nombre de mujer





Las abarcas desiertas

Autor: Miguel Hernánadez

M

e vistió la pobreza,
Me lamió el cuerpo el río,
Y de pié a la cabeza, Pasto fui del rocio...

Por el cinco de enero
Cada enero ponía
Mi calzado cabrero
A la ventana fría.

Y encontraba los días
Que derriban las puertas
Mis abarcas vacías
¿Mis abarcas desiertas?

Nunca tuve zapatos,
Ni trajes, ni palabras.
Siempre tuve regatos,
Siempre penas y cabras.

Me vistió la pobreza,
Me lamió el cuerpo el río,
Y de pié a la cabeza
Pasto fui del rocio.

Por el cinco de enero
Para el seis yo quería
Que fuera el mundo entero
Una juguetería.

Y al andar la alborada
Removiendo las huertas,
Mis abarcas sin nada,
Mis abarcas desiertas.

Ningún rey coronado
Tuvo pie,
Tuvo gana
Para ver el calzado de mi pobre ventana.

Toda gente de trono,
Toda gente de botas
Se rió con encono
De mis abarcas rotas.

Rabié de llanto, hasta
Cubrir de sal mi piel,
Por un mundo de pasta
Y unos hombres de miel.

Por el cinco de enero
De la majada mía
Mi calzado cabrero
A la escarcha salía.

Y hacia el seis
Mis miradas hallaban en sus puertas
Mis abarcas heladas

Mis abarcas desiertas.











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