miércoles, 16 de abril de 2025

El niño yuntero



Autor:
 

C

arne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.

Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.

Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.

Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.

Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.

Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.

Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.

A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.

Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.

Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.

Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
resuelve mi alma de encina.

Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.

Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.

¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?

Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.



Niño del Hambre


A los niños huérfanos que mueren de hambre 
por las calles y mercados… en Corea del Norte


A

yer te vi, Niño del Hambre,
desnudo y solo.
No me miraste.
Pasé despacio, por tu dolor… seguí de largo.
Niño del hambre,
¡qué viejo estabas!, no me miraste.
Un pie en la cuna, otro en la muerte…
Y yo, en silencio, acabé mi plato,
cerré la puerta,
peiné mi pelo y pasé de largo.
Eres la Vida, Niño del Hambre.
Si hoy me miras,
si te detienes,
yo no soy digna, pero, tal vez…
siga tus pasos.

¡Rómpeme el alma, con tu silencio
destroza todo lo que he creado!
Mírame, tócame, porque ahora sé que soy yo la muerta.

Que soy de piedra.
Tus ojos negros, tus manos largas,
tu paso errante…

¡Niño del Hambre!
Te estás cayendo, y eres la Vida.
Eres la Vida, eres un grito
sabor de sangre.
Dolor tan grande
que movería todos los mares.
Si bajo un paso y nos encontramos
yo, que soy piedra, seré de carne.
Eres la Vida, Niño del Hambre.



Niño Somalí

( dedicado a los mayores )

H

oy tengo la gripe,
pero no me duele la espalda.

Hoy sólo me duele la mirada,
de ese niño somalí.

Es un niño que no tiene nada.
Niño sin juguetes, sin comida,
sin agua.

Estuve allí,
y le dije al niño somalí:
- te traigo unos cuentos.
Y el niño me dijo con la mirada:
- yo no estoy para cuentos
ni para nada.

Hoy tampoco estoy para versos
porque me duele la mirada
de ese niño de somalia.

Es un niño que sólo tiene moscas
en los ojos y en los labios secos.
( son de esas moscas
que sólo pican a los muertos ).



Niños de Somalia


Y

o como
Tú comes
El come
Nosotros comemos
Vosotros coméis
¡Ellos no!



A IQBAL MASHIB, Niño de la Luz


Autor: 

N

aciste en la noche,
parido fuiste con más dolor, con más pena,
aquella mujer triste que acunó la simiente
te trajo a esta tierra,
todo el polvo que pisar podía tu sombra
fue tu cuna primera.

Eres niño y no conoces
la sonrisa de los que no han crecido;
eres hombre y el sol
no te divisa entre las hierbas.
Trabajo, el pan único de tus días,
sudor, el agua de tu boca,
rabia, alfombra, sangre…
pero sueños también en el látigo,
en la pena, en el hambre.

Pecho infantil que cobijas
un existir todo penas,
manos tiernas
roídas por la herramienta,
máquinas tragando brazos,
fatal humo ensuciando caras,
secando lágrimas,
traqueteo infernal que quiebra piernas…
¡niños, tan sólo niños,
ahogados de cadenas!

Estas criaturas, estos tallos,
que para morir nacen,
que para ser aplastados
- horrible la mano,
sucias nuestras manos-
son arrancados a la tierra:
para el sudor y el trabajo,
para abonar la opulencia…
y pronto, muy pronto
volver a ella,
caer,
descansar al fin
bajo la misma tierra.

Tú, Iqbal, nacido en la noche,
forjado en el yunque
de la explotación y la miseria,
naciste para ser luz,
encender llama,
fuego en los niños rotos,
de corazón marchito,
por la ambición que cunas acecha.

Una voz de silencio,
una mano de paz
y un corazón de Cristo lleno:
tu Vida fue Grito inmenso
de Libertad.

Y Él expira, como ayer,
en el mismo monte,
sobre la cruz desnuda de cada niño esclavo.
¿Cuánto tiempo más
nos seguiremos lavando las manos?









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