Autor: Alfredo Espino
M
anos las de mi madre, tan acariciadoras,
tan de seda, tan de ella, blancas y bienhechoras.
¡Solo ellas son las santas, solo ellas son las que aman,
las que todo prodigan y nada me reclaman!
¡Las que por aliviarme de dudas y querellas,
me sacan las espinas y se las clavan en ellas!
Para el ardor ingrato de recónditas penas,
no hay como la frescura de esas dos azucenas.
¡Ellas cuando la vida deja mis flores mustias
son dos milagros blancos apaciguando angustias!
Y cuando del destino me acosan las maldades,
son dos alas de paz sobre mis tempestades.
Ellas son las celestes; las milagrosas, ellas,
porque hacen que en mi sombra me florezcan estrellas.
Para el dolor, caricias; para el pesar, unción;
¡Son las únicas manos que tienen corazón!
(Rosal de rosas blancas de tersuras eternas:
aprended de blancuras en las manos maternas).
Yo que llevo en el alma las dudas escondidas,
cuando tengo las alas de la ilusión caídas,
¡Las manos maternales aquí en mi pecho son
como dos alas quietas sobre mi corazón!
¡Las manos de mi madre saben borrar tristezas!
¡Las manos de mi madre perfuman con terneza!
Manos de mi Madre
Autor: Julio Flórez
¿
Manos que en el crespón de la tinieblade la noche insonorapálidas flotan como airón de niebla!¡Oh, las manos difuntasde la triste señora,de la madre dolienteque ha tiempo no responde a mis preguntas!¡Oh manos que existieron solamentepara elevarse a Dios y vivir juntas!Manos hechas de amor, adoloridas,sangradas sin cesar por los abrojosde las ajenas vidas.Que nunca hubieron de ocultar sonrojos,que en el mundo cerraron mis heridasy que se fueron sin cerrar mis ojos.Oh manos aguzadaspor el dolor y la piedad... divinasmanos que vi a menudo entrelazadascual si una de la otra, acaso por lo finas,siempre hubiesen estado enamoradas.Manos claras, radiosas,que siempre aleteantes y piadosas,esparciendo un frescor de esencias vagas,posábanse cual níveas mariposasen los rojos claveles de las llagas.Manos alabastrinas,frágiles y pequeñas,cuyos dedos de rasoen la noche del mal llena de espinas,me llamaron por señasy enderezaron mi torcido paso.Manos claras, serenas,azuladas apenaspor la red de las venas,que parecían, al tocar las cosas,por encima, azucenas;y por debajo, rosas.Manos sabias, prolijas,que mi sudor secaron en la cuestaque me tocó subir... Manos de santaque nunca entorpecieron las sortijas,y en mi noche más lóbrega y funestatrizaron la blasfemia en mi garganta.Desde la eternidad donde cual unatenue gasa de lunaflotáis, manos queridasque nunca hubisteis de ocultar sonrojosy en el mundo cerrasteis mis heridas,volved, ¡oh manos!... ¡y cerrad mis ojos!