Autor: Bertolt Brecht
C
uando la opresión va a más
muchos se desmoralizan,
pero su valor crece.
Él es quien organiza la lucha
por ese centavo del salario, por el agua del té
y por el poder dentro del Estado.
Le pregunta a la propiedad:
¿Dé dónde eres?
Le pregunta a las ideas:
¿A quién sirven ustedes?
Allá donde reine el silencio
hablará él.
Y donde impere la opresión y se hable del destino
dirá él esos nombres.
Allá donde él se siente a la mesa
se sienta también el descontento.
La comida sabe mal
y se reconoce que el cuarto es estrecho.
Allá donde lo persigan
allá irá la rebelión y allá donde lo echen
quedará la intranquilidad.
Nuestras derrotas no demuestran nada
Autor: Bertolt Brecht
C
uando los que luchan
contra la injusticia
muestran sus caras ensangrentadas,
la incomodidad
de los que están a salvo
es grande.
¿Por qué se quejan ustedes?,
les preguntan.
¿No han combatido la injusticia?
Ahora ella los derrotó.
No protesten.
El que lucha debe saber perder
El que busca pelea
se expone al peligro.
El que enseña la violencia
no debe culpar a la violencia.
Ay, amigos.
Ustedes que están asegurados,
¿por qué tanta hostilidad?
¿Acaso somos vuestros enemigos
los que somos enemigos de la injusticia?
Cuando los que luchan contra la injusticia
están vencidos,
no por eso tiene razón
la injusticia.
Nuestras derrotas
lo único que demuestran
es que somos pocos
los que luchan contra la infamia.
Y de los espectadores, esperamos
que al menos se sientan avergonzados.
A los hombres futuros
Autor: Bertolt Brecht
1
V
erdaderamente, vivo en tiempos sombríos
Es insensata la palabra ingenua. Una frente lisa
revela insensibilidad. El que ríe
es que no ha oído aún la noticia terrible,
aún no le ha llegado.
Verdaderamente, vivo en tiempos sombríos
Es insensata la palabra ingenua. Una frente lisa
revela insensibilidad. El que ríe
es que no ha oído aún la noticia terrible,
aún no le ha llegado.
¡Qué tiempos estos en que
hablar sobre árboles es casi un crimen
porque supone callar sobre tantas alevosías!
Ese hombre que va tranquilamente por la calle,
¿lo encontrarán sus amigos
cuando lo necesiten?
Es cierto que aún me gano la vida.
Pero, creedme, es pura casualidad. Nada
de lo que hago me da derecho a hartarme.
Por casualidad me he librado. (Si mi suerte acabara, estaría perdido. )
Me dicen: «¡Come y bebe! ¡Goza de lo que tienes!»
Pero ¿cómo puedo comer y beber
si al hambriento le quito lo que como
y mi vaso de agua le hace falta al sediento?
Y, sin embargo, como y bebo.
Me gustaría ser sabio también.
Los viejos libros explican la sabiduría:
apartarse de las luchas del mundo y transcurrir
sin inquietudes nuestro breve tiempo.
Librarse de la violencia,
dar bien por mal,
no satisfacer los deseos y hasta
olvidarlos: tal es la sabiduría.
Pero yo no puedo hacer nada de esto:
verdaderamente, vivo en tiempos sombríos.
2
Llegué a las ciudades en tiempos del desorden,
cuando el hambre reinaba.
Me mezclé entre los hombres en tiempos de rebeldía
y me rebelé con ellos.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.
Mi pan lo comí entre batalla y batalla.
Entre los asesinos dormí.
Hice el amor sin prestarle atención
Y contemplé la naturaleza con impaciencia.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.
En mis tiempos, las calles desembocaban en pantanos.
La palabra me traicionaba al verdugo.
Poco podía yo. Y los poderosos
se sentían más tranquilos sin mí. Lo sabía
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.
Escasas eran las fuerzas. La meta
estaba muy lejos aún.
Ya se podía ver claramente, aunque para mí
fuera casi inalcanzable.
Así pasé el tiempo
que me fue concedido en la tierra.
3
Vosotros, que surgiréis del marasmo
en el que nosotros nos hemos hundido,
cuando habléis de nuestras debilidades,
pensad también en los tiempos sombríos
de los que os habéis escapado.
Cambiábamos de país como de zapatos
a través de las guerras de clases, y nos desesperábamos
donde sólo había injusticia y nadie se alzaba contra ella.
Y, sin embargo, sabíamos
que también el odio contra la bajeza
desfigura la cara.
También la ira contra la injusticia
pone ronca la voz. Desgraciadamente, nosotros,
que queríamos preparar el camino para la amabilidad
no pudimos ser amables.
Pero vosotros, cuando lleguen los tiempos
en que el hombre sea amigo del hombre,
pensad en nosotros
con indulgencia.
Palabras de un obrero a un médico
Autor: Bertolt Brecht
¡
Nosotros sabemos lo que nos enferma!
Cuando nos sentimos mal nos enteramos
que eres tú el que nos va a curar.
Durante diez años, nos dicen,
en hermosas escuelas
construidas con dinero del pueblo,
aprendiste a curar, y tu ciencia
te ha costado una fortuna.
Tienes que saber curar.
¿Sabes curar?
En tu consultorio
nos arrancan los harapos
y tú aplicas el oído a nuestros cuerpos desnudos.
Una mirada a los harapos te informaría mejor
sobre la causa de nuestra enfermedad. La misma causa
desgasta nuestros cuerpos y nuestras ropas.
Dices que el dolor en el hombro
proviene de la humedad, de la que
también proviene la mancha que hay en la pared de nuestra casa.
Dinos entonces:
¿de dónde proviene la humedad?
Exceso de trabajo y falta de comida
nos hacen flacos y débiles.
Tu receta dice:
“Tiene que aumentar de peso.”
Es como decirle al junco
que no debe mojarse.
¿Cuánto tiempo nos dedicas?
Es evidente: la alfombra de tu casa
cuesta tanto como cinco mil consultas.
Probablemente dirás que
eres inocente. La mancha de humedad en la pared de nuestra casa
dice lo mismo.