D
escubro en mi memoria aquella noche
en que él anduvo
alto como un castillo en la plaza.
Lo descubro atareado
desatando las lenguas del discurso ...
Y su voz restallante caía sobre los espinazos
de la loba de cien cabezas
asomadas a los balcones del viejo Club de la
Comensalía.
Yo me abrí paso con los codos
hasta ponerme al frente:
Y calculé su altura ...:
Sin yelmo, sin lanza, sin escudo
una torre alta como el Quijote.
Y su nariz de pájaro picudo
y sus grandes anteojos vallejeanos
para mirar mejor
donde darle los palos a la muerte
es decir, a la hechiza, artificial, andina,
endémica y hambrienta.
Fue al pie del monumento San Martín
(¡Rugido respetable!)
¡Cuantas ansias!
¡Cuan altas sus banderas!
¡El discurso
sobre la noche grávida y miles de cabezas
humanas en la noche!
Soplaba entonces cálido el aliento
de los braceros de las tierras del norte
saliendo desde sus entretelas.
Y el calor que tú sabes de lámpara votiva
aquel calor de madre te abrazaba la frente.
Entonces eras flaco como una hoja filuda de
costado
y tu perfil de frente (a lo Velásquez **) ...
Cuando empezamos a entonarte un sábado
en que nos invitaste a presenciar tu muerte.
Un lugar desolado en las alturas:
cactus, balas, palomas.
Y entre cumbres un lugar en el Ande
para encajar
tu cuerpo llamado
Illari Chasca*
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(**) Referencia al poeta piurano Juan Luis Velásquez
(*) Illari Chasca = Mesa Pelada – Luis de la Puente Uceda