Autor: Manuel Scorsa
T
al vez mañana los poetas pregunten
por qué no celebramos la gracia de las muchachas;
tal vez mañana los poetas pregunten
por qué nuestros poemas
eran largas avenidas
por donde venía la ardiente cólera.
Yo respondo:
por todas partes oíamos el llanto,
por todas partes nos sitiaba un muro de olas negras.
¿Iba a ser la Poesía
una solitaria columna de rocío?
Tenía que ser un relámpago perpetuo.
Mientras alguien padezca,
la rosa no podrá ser bella;
mientras alguien
mire el pan con envidia,
el trigo no podrá dormir;
mientras llueva sobre el pecho de los mendigos
mi corazón no sonreirá.
Matad la tristeza, poetas.
Matemos a la tristeza con un palo.
Hay cosas más altas
que llorar amores perdidos:
el rumor de un pueblo que despierta
¡es mas bello que el rocío!
El metal resplandeciente de su cólera,
¡eso es más bello que la espuma!
Un Hombre Libre,
¡es más puro que el diamante!
El poeta libertará al fuego
de su cárcel de ceniza.
El poeta encenderá la hoguera
donde se queme este mundo sombrío.